"El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos" —Marcel Proust.
La forma tradicional en que se resuelven los conflictos consiste en descansar su solución en un tercero, convertirnos en contendientes que habrán de presentar a una persona, con facultades de decidir e imponer un fallo, los hechos en que basamos nuestras respectivas posiciones, le acercamos, de sernos posible, pruebas que le creen convicción, y tras la ponderación de lo fáctico y lo probatorio, esperamos que el tercero heterocomponedor nos de la razón, esto es, resolvemos la controversia venciendo o siendo vencidos.
Este sistema adversarial abarca muchos ámbitos de las relaciones humanas, no se trata solamente de tribunales y litigio, la heterocomposición —resolución del conflicto por obra de la decisión de un tercero con facultades para hacer valer sus determinaciones— existe en los ámbitos familiar, escolar, vecinal, laboral, comunitario, entre muchos, muchos, otros.
La contienda como forma de resolver los conflictos nos vuelve adversarios y crea una guerra de "verdades" o hechos. Implica que la justicia se trate únicamente de que nos den la razón, de prevalecer e imponer nuestra visión. Torna a los contendientes en antagonistas y promueve valores negativos como la competencia, el egoísmo y la unilateralidad.
Mirar con nuevos ojos.
Incluso si intentamos resolver de manera directa, acercándonos a la otra parte—al vecino ruidoso, al vendedor incumplido, al arrendatario impuntual, etcétera— "dialogamos" con el firme propósito de hacerles ver las cosas como yo las veo. Nos acercamos no con la intención de escuchar, sino de ser escuchados, porque desde ya entramos en ese incipiente diálogo convencidos de que los hechos, bajo cualquier lógica (especialmente la nuestra) demuestran que tengo la razón.
Si realmente deseamos que los intentos de diálogo sean efectivos para resolver las diferencias, esto es, para que una negociación, mediación o conciliación, sean exitosas tenemos que quitarnos los lentes heterocompositivos y ponernos los de la autocomposición.
Para lograrlo es menester considerar que las personas vamos dando sentido a la realidad a través de la forma en que nos contamos los sucesos (Teoría de la Narración, Bruner) esto es, de los mismos datos, de los mismos hechos, habrá tantas narraciones como personas los hayan presenciado. Para poder resolver el conflicto por mérito del diálogo necesitamos aprender que las perspectivas son muchas veces más importantes que los hechos.
Esto es explicado muy bien por William Ury en su libro "Supere el No", al recordar una plática que sostuvo con su tío Mel en la Escuela de Derecho de Hardvard, a continuación la transcripción de esta:
“Sabes algo, Bill, me ha tomado veinticinco años desaprender lo que aprendí en la Escuela de Derecho de Harvard. Porque lo que aprendí en la Escuela de Derecho de Harvard es que todo lo que cuenta en la vida son los hechos—quién tiene la razón y quién está equivocado. Me ha tomado veinticinco años aprender que algo igual de importante que los hechos, incluso más, es la forma en que las personas perciben esos hechos. Al menos que entiendas su perspectiva, jamás serás efectivo en hacer tratos o solucionar conflictos.”
Entender la perspectiva del otro —ver las cosas desde otro ángulo, encontrar un enfoque novedoso, un nuevo marco para observar la situación—nos permitirá poder abordar los conflictos con mejores posibilidades de resolverlos ya no desde la competencia, sino desde la colaboración o, cuando menos, el compromiso.
Desaprender que el conflicto entraña ineludiblemente una guerra de hechos y aprender que la disputa puede ser solucionada por mérito del diálogo y la consideración de perspectivas es la promesa de tener comunidades en que las relaciones sociales, cualquiera que sea su tipo, puedan perdurar ante la presencia de situaciones de encono y diferencia, ya que estaremos promoviendo al mismo tiempo valores de comprensión, consideración, multilateralidad y cooperación.
¿O Usted cómo lo ve?
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